jueves, 5 de mayo de 2011

El monje que vendio su ferrari: 12 El propósito fundamental de la vida


DOCE

El propósito fundamental de la vida



Todo lo que vive no vive solo, no para sí mismo.
WlLLIAM BLAKE

—Los Sabios de Sivana no eran sólo las personas más juveniles que he conocido —observó Julián—, sino también las más bondadosas. El yogui Raman me contó que de pequeño, cuando se acostaba, su padre iba a su choza cubierta de rosas y le preguntaba qué buenas obras había hecho durante el día. Lo creas o no, si el niño decía que no había hecho ninguna, su padre le exigía que se levantara e hiciera algún acto altruista. De lo contrario no le dejaba acostarse.
»Una de las virtudes esenciales para la vida esclarecida que puedo compartir contigo, John, es ésta: en el último momento, al margen de lo que hayas conseguido, al margen de las casas de veraneo que puedas tener, al margen de los coches que puedas acumular en tu garaje, la calidad de tu vida se reducirá a la calidad de lo que has aportado.
—¿Tiene algo que ver con las rosas amarillas de la fábula del yogui Raman?
—Desde luego que sí. Las flores te recordarán el antiguo proverbio chino que dice: «La mano que te da unas rosas siempre conserva un poco de la fragancia.» El sentido está claro: cuando trabajas para mejorar la vida de los demás, indirectamente estás elevando la tuya. Cuando te preocupas de realizar actos bondadosos diariamente y al azar, tu propia vida se enriquece y gana en significado. Para cultivar la santidad de cada día, sirve a los demás de alguna manera.
—¿Sugieres que me meta en alguna organización de voluntarios? —pregunté.
—Sería un excelente punto de partida. Pero en realidad estoy hablando de algo más filosófico. Lo que sugiero es que adoptes un nuevo paradigma de tu papel en este planeta.
—Me he perdido otra vez. Aclárame el sentido de la palabra «paradigma».
—Un paradigma no es más que un modo de ver una circunstancia o la vida en general. Algunas personas ven el vaso de la vida medio vacío. Los optimistas lo ven medio lleno. Interpretan la misma circunstancia de manera distinta porque han adoptado un paradigma distinto. Un paradigma es, básicamente, la lente a través de la cual ves los acontecimientos de la vida, tanto externos como internos.
—Entonces, cuando sugieres que adopte un nuevo paradigma, ¿me estás diciendo que debo cambiar mi punto de vista?
—En cierto modo. Para mejorar drásticamente la calidad de tu vida, debes cultivar una nueva interpretación de por qué estás aquí en la tierra. Debes comprender que, del mismo modo que viniste al mundo sin nada, tendrás que irte de él sin nada. Por consiguiente, sólo puede haber una única razón para que estés aquí.
—¿Y cuál sería?
—Entregarte a los demás y contribuir en todo lo que puedas. No estoy diciendo que no puedas tener tus juguetes o que hayas de dejar tu trabajo y dedicarte a los desposeídos, aunque recientemente he conocido personas que han optado por esa línea de acción y están muy satisfechas. Nuestro mundo está en plena transformación. La gente cambia dinero por sentido. Abogados que juzgaban a la gente por la magnitud de sus carteras la juzgan ahora por la magnitud de su compromiso con los demás, por el tamaño de su corazón. Muchos profesores están abandonando la seguridad de sus aulas para nutrir el crecimiento intelectual de los chicos marginados. La gente ha oído claramente la llamada del cambio. Se dan cuenta de que están aquí por algo y que se les han concedido unos dones que pueden ayudarlos a realizar ese propósito.
—¿Qué clase de dones?
—Exactamente los mismos que te he mencionado esta noche: capacidad mental, energía sin límite, gran creatividad, disciplina y sosiego. Se trata de abrir todos esos tesoros y aplicarlos en un bien común —comentó Julián.
—Entiendo. ¿Y cómo se empieza a hacer el bien?
—Sólo estoy diciendo que deberías considerar prioritario el cambiar tu visión del mundo y empezar a verte no puramente como un individuo sino como parte de la colectividad.
—¿Que debería volverme más bueno y amable?
—Piensa que la cosa más noble que puedes hacer es dar a los otros. Los sabios de Oriente lo denominan «despojarse de los grilletes del yo». Se trata de perder tu inseguridad y de centrarte en propósitos superiores. Podría tomar la forma de dar más a los que te rodean, ya sea tu tiempo o tu energía: éstos son en realidad tus dos recursos más valiosos. Podría ser algo tan importante como tomarte un año sabático para trabajar con los pobres o algo tan insignificante como dejar que unos cuantos coches te adelanten en mitad de un atasco de tráfico. Suena a rancio, pero si una cosa he aprendido es que la vida se mueve hacia una dimensión más mágica cuando empiezas a esforzarte por hacer del mundo un lugar más habitable. Al nacer, decía el yogui Raman, nosotros lloramos mientras el mundo se regocija. Sugería que deberíamos vivir de un modo que, en el momento de la muerte, el mundo llore mientras nosotros nos regocijamos.

Julián tenía razón. Una de las cosas que empezaban a fastidiarme de la abogacía era que no creía estar haciendo la clase de aportación que yo me sabía capaz de hacer. Desde luego, había tenido el privilegio de defender varios casos de esos que sientan precedente. Pero la ley se había convertido en un negocio desprovisto de amor. Yo, como muchos de mis coetáneos, fui un idealista en mi época de estudiante. En nuestros dormitorios, entre café y pizza rancia, planeábamos cambiar el mundo. Han pasado casi veinte años desde entonces, y mi ardiente deseo de fomentar el cambio ha dado paso a mi ardiente deseo de liquidar mi hipoteca y aumentar mi fondo de pensiones. Por primera vez en mucho tiempo, me di cuenta de que me había encerrado en un entorno de clase media que me protegía de la sociedad en general, un confortable capullo al que me había acostumbrado.
—Te contaré una historia interesante —continuó Julián—. Érase una vez una anciana a la que se le murió el marido. La mujer se fue a vivir con su hijo, la esposa de éste y una hija. Cada día, la anciana iba perdiendo vista y oído. A veces las manos le temblaban tanto que se le caían los guisantes al suelo y la sopa se le escurría del plato. A su hijo y su nuera les fastidiaba todo aquel desorden y un día dijeron basta. Dispusieron una mesita en un rincón para que la anciana comiera allí, a solas. Ella los miraba con lágrimas en los ojos desde la otra punta del comedor, pero ellos casi no le hablaban durante las comidas, salvo para regañarla porque se le caía el tenedor o la cuchara.
»Una tarde, antes de cenar, la niña estaba sentada en el suelo jugando con unos bloques de construcción. "¿Qué estás haciendo?", le preguntó su padre. "Construyo una mesita para ti y para mamá", dijo la niña. "Así, cuando yo sea mayor, podréis comer solos en un rincón."
El padre y la madre guardaron silencio durante un rato. Y luego se echaron a llorar. Se habían hecho conscientes de la naturaleza de sus actos y de la pena que habían causado. Aquella noche hicieron que la anciana ocupara de nuevo su sitio en la gran mesa de comedor, y a partir de entonces ella siempre comió con el resto de la familia. Y cuando algo de comida caía al suelo o un tenedor resbalaba de la mesa, a nadie le molestaba.

»Los padres de esta historia no eran malos —dijo Julián—. Simplemente necesitaban que la chispa de la conciencia prendiera la vela de la compasión. La vida es más plena cuando hay compasión y actos de bondad diarios. Medita cada mañana sobre el bien que vas a hacer a los demás durante la jornada. Las palabras sinceras de elogio para quienes menos lo esperan, los gestos de afecto a amigos que lo necesitan, las pequeñas muestras de cariño hacia tu familia, todo eso sumado cambia radicalmente la manera de vivir. Y hablando de amistades, cerciórate de que no las descuidas. Una persona que tiene tres amigos puede considerarse realmente rica.
Asentí con la cabeza.
—Los amigos dan humor, fascinación y belleza a la vida. Pocas cosas hay que rejuvenezcan tanto como compartir unas buenas carcajadas con un viejo amigo. Los amigos te bajan los humos cuando te pasas de santurrón. Los amigos te hacen sonreír cuando te tomas las cosas demasiado a pecho. Los buenos amigos están para ayudarte cuando la vida te lanza uno de sus reveses y las cosas parecen peores de lo que son. Cuando yo estaba muy solicitado profesionalmente, no tenía tiempo para amigos. Ahora estoy bastante solo, sin contarte a ti, John.
Julián recobró la compostura.
—Sin embargo, no dedico tiempo a las lamentaciones. Mis maestros de Sivana me enseñaron que «cada día es un día nuevo para el que vive una vida esclarecida».
Yo siempre había considerado a Julián una especie de gladiador de los tribunales, un superabogado que aplastaba los argumentos de sus oponentes como el karateka parte una pila de tablones reforzados. El hombre que yo había conocido hace tantos años se había transformado en alguien muy distinto: un hombre afable, bueno y pacífico. Sabía quién era él y qué papel representaba en el teatro de la vida. A diferencia de los demás, parecía considerar el dolor de su pasado como un sabio maestro pero, al mismo tiempo, daba a entender que su vida era mucho más que la suma de los acontecimientos pasados.
Los ojos de Julián brillaban con la esperanza de cosas venideras. Yo me veía envuelto en su sentido del placer por las maravillas de este mundo y atrapado en su inquebrantable alegría de vivir. Me parecía que Julián Mantle, duro e implacable asesor legal de los ricachos, había superado aquel ser humano que pasaba por la vida sin pensar en los demás, para convertirse en un ser espiritual que pasaba por la vida ocupándose exclusivamente de los demás. Tal vez era ése el camino que yo estaba a punto de iniciar.


Resumen de acción del capítulo 12
La sabiduría de Julián en pocas palabras


El símbolo:



La virtud:

Servir desinteresadamente a los demás


La enseñanza:

  La calidad de la vida se reduce en definitiva a la calidad de lo que
   Uno aporta
  Cultivar lo sagrado de cada día, vivir para dar
  Elevando la vida de los demás, la vida propia alcanza las más altas
   Dimensiones


Las técnicas:

  Practicar diariamente actos de bondad
  Dar a quienes lo piden
  Cultivar relaciones más ricas


Cita valiosa:

La cosa más noble que puedes hacer es dar a los demás. Empieza a centrarte en tu propósito superior.

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