jueves, 5 de mayo de 2011

El monje que vendio su ferrari: 7 Un jardín extraordinario


SIETE

Un jardín extraordinario


La mayoría de la gente vive —ya sea física, intelectual o moralmente— en un círculo muy restringido de sus posibilidades. Todos nosotros tenemos reservas de vida en las que ni siquiera soñamos.
William James

—En la fábula, el jardín es un símbolo de la mente —explicó Julián—. Si cuidas de tu mente, si la nutres y la cultivas como si fuera un fértil jardín, florecerá más allá de tus expectativas. Pero si dejas que la maleza arraigue, nunca podrás alcanzar la paz de espíritu y la armonía interna... Deja que te haga una pregunta, John. Si yo fuera al patio donde tienes ese jardín del que tanto hablabas antes y echara residuos tóxicos sobre tus queridas petunias, no te haría ninguna ilusión, ¿verdad?
—Cierto.
—En realidad, los buenos jardineros guardan sus posesiones como soldados orgullosos, y procuran que nada pueda contaminar sus plantaciones. Pero fíjate en los residuos tóxicos que la mayoría de la gente mete en el fértil jardín de su mente, y eso un día tras otro: preocupaciones, ansiedades, la nostalgia del pasado, los cálculos sobre el futuro y los miedos que ellos mismos alimentan y que pueden destrozar el mundo interior de cualquier persona. En la lengua nativa de los Sabios de Sivana, que existe desde hace cuatro mil años, el símbolo que representa por escrito la preocupación es muy similar al que simboliza una pira funeraria. El yogui Raman me dijo que no era una simple coincidencia. La preocupación priva a la mente de gran parte de su poder y, antes o después, acaba dañando el alma.
»Para vivir una vida de máxima plenitud hay que montar guardia y dejar que entre en tu jardín sólo la información más selecta. No puedes permitirte el lujo de un pensamiento negativo, ni uno solo. Las personas más alegres, dinámicas y satisfechas de este mundo no difieren mucho de ti o de mí. Todos estamos hechos de carne y hueso. Todos venimos de la misma fuente universal. Sin embargo, los que hacen algo más que existir, los que azuzan las llamas de su potencial humano y saborean la danza mágica de la vida sí hacen cosas distintas de los que viven una vida corriente. Y la más destacada de ellas es que adoptan un paradigma positivo acerca de su mundo y cuanto hay en él.
»Los sabios me enseñaron que en un día normal la persona normal tiene unos sesenta mil pensamientos. Lo que a mí me chocó, sin embargo, fue que el 99 por ciento de los mismos era exactamente igual que el día anterior.
—¿Lo dices en serio? —pregunté.
—Por supuesto. Es la tiranía del pensamiento empobrecido. La gente que piensa lo mismo todos los días, cosas negativas en su mayoría, han caído en malos hábitos mentales. En vez de concentrarse en las cosas buenas y pensar en cómo hacer que todo sea mejor, son cautivos de sus respectivos pasados. Unos se preocupan de fracasos sociales o problemas financieros. Otros se lamentan de sus infancias. Otros, en fin, se preocupan de asuntos más insignificantes: el modo en que un dependiente los ha tratado o el comentario malicioso de un compañero de trabajo. De ese modo permiten que las preocupaciones priven a su mente de su fuerza vital; están bloqueando el enorme potencial de la mente para aportar todo lo que ellos quieran, emocional, física y espiritualmente. Estas personas no se dan cuenta de que administrar la mente es administrar la vida.
»La manera de pensar depende del hábito, así de simple —prosiguió Julián con convicción—. En general la gente no se percata del enorme poder de la mente. He aprendido que incluso los más dotados pensadores utilizan sólo una centésima parte de sus reservas mentales. En Sivana, los sabios se atrevieron a explorar diariamente ese potencial. Y los resultados fueron asombrosos. El yogui Raman, a través de una práctica muy disciplinada, ha condicionado su mente hasta el punto de ser capaz de ralentizar su corazón a voluntad. Incluso había conseguido entrenarse para no dormir durante semanas. Aunque yo nunca te sugeriría que empezaras marcándote objetivos como ésos, sí te sugiero que empieces por considerar tu mente como lo que es: el mayor don de la naturaleza.
—¿Existen ejercicios para desbloquear el poder de la mente? —pregunté. Y añadí con frescura—: Si pudiera ralentizar mi corazón sería la sensación de la fiesta.
—De momento no te preocupes por eso. Te enseñaré unas técnicas que podrás practicar más adelante y que te mostrarán el poder de esta antigua tecnología. Por ahora, lo más importante es que entiendas que el dominio mental se logra con entrenamiento, ni más ni menos. Casi todos tenemos las mismas materias primas desde que respiramos nuestra primera bocanada de aire; lo que separa a los que consiguen más cosas o a los que son más felices es el modo en que emplean y refinan esos materiales. Cuando te dedicas a transformar tu mundo interior, tu vida pasa rápidamente del reino de lo ordinario al de lo extraordinario.

Mi maestro estaba cada vez más entusiasmado. Sus ojos parecían centellear mientras hablaba de la magia de la mente y de la abundancia de cosas buenas que eso traía consigo.
—Sabes, John, cuando baja el telón sólo hay una cosa sobre la que tenemos dominio absoluto.
—¿Nuestros hijos? —dije sonriendo.
—No; nuestras mentes. Quizá no podamos controlar el tiempo atmosférico, el tráfico o el humor de quienes nos rodean, pero ten por seguro que podemos controlar nuestra actitud hacia esos hechos. Todos tenemos el poder de determinar en qué cosa vamos a pensar en un momento dado. Esta capacidad es parte de lo que nos define como humanos. Sabes, una de las joyas de la sabiduría terrenal que he aprendido en mis viajes a Oriente es también una de las más sencillas.
Julián hizo una pausa como para invocar un don precioso.
—¿De qué se trata? —pregunté.
—No existe lo que llamamos realidad objetiva o «mundo real». No existen los absolutos. El rostro de tu peor enemigo puede ser el de mi mejor amigo. Algo que parece una tragedia para alguien puede contener la semilla de una magnífica oportunidad para otro. Lo que separa de veras a las personas alegres u optimistas de las que están sumidas en la desdicha es la forma de interpretar y procesar las circunstancias de la vida.
—Pero, Julián, una tragedia es siempre una tragedia.
—Te pondré un ejemplo. Estando en Calcuta conocí a una maestra de escuela llamada Malika Chand. Adoraba enseñar y trataba a sus alumnos como si fueran hijos suyos, alimentando su mente con enorme bondad. Su lema era «Vale tanto tu determinación como tu inteligencia». Toda la comunidad la conocía como una persona que vivía volcada hacia los demás, que servía desinteresadamente a quienes lo necesitaban. Por desgracia, su escuela, que había sido testigo silencioso del paso de generaciones de colegiales, sucumbió a las llamas de un incendio provocado por un pirómano. La comunidad entera sintió su pérdida. Pero a medida que pasaba el tiempo, la cólera dio paso a la apatía y la gente se conformó con el hecho de que sus hijos no tuvieran una escuela adonde ir.
—¿Qué fue de Malika?
—Ella era diferente, una optimista a ultranza. Supo ver una oportunidad en lo que había sucedido. Malika explicó a los padres que todo revés aporta un beneficio igual si uno sabe buscarlo. El incendio ocultaba un regalo. La escuela que había perecido era vieja y decrépita. El techo tenía goteras y el piso se había pandeado bajo los millares de pies que habían pasado por allí. Ahora tenían la ocasión que habían estado esperando para sumar sus fuerzas y construir una escuela mucho mejor, una escuela que sirviera a muchos otros niños en el futuro. Y así, impulsados por aquella mujer de sesenta y cuatro años, aunaron sus recursos colectivos y reunieron fondos para edificar una nueva escuela, como ejemplo palpable del poder de la gente frente a la adversidad.
—Entonces es como el viejo adagio, aquel que dice lo de la copa medio llena en vez de medio vacía.
—Es una buena manera de verlo. No importa lo que te ocurra en la vida, porque tienes la capacidad de elegir tu reacción. Cuando consigas arraigar el hábito de buscar lo positivo en cada circunstancia, tu vida pasará a sus dimensiones superiores. Es una de las más importantes leyes naturales.
—¿Y todo empieza sabiendo utilizar tu mente con eficacia?
—Exacto, John. Todo éxito, ya sea material o espiritual, empieza en esa masa de cinco kilos que tenemos sobre los hombros. O, más concretamente, en los pensamientos que cada uno introduce en su mente cada segundo de cada minuto de cada día de la vida. El mundo exterior refleja el estado del mundo interior. Controlando los pensamientos y la manera de reaccionar a los acontecimientos de la vida, uno empieza a controlar su destino.
—Lo que dices tiene sentido, Julián. Supongo que mi vida se ha vuelto tan ajetreada que nunca tengo tiempo de pensar en estas cosas. Cuando estaba en la facultad, mi mejor amigo, Alex, solía leer libros de autoayuda. Decía que le motivaban y que le daban energía para afrontar nuestro agobiante trabajo. Me contó que uno de esos libros explicaba que el carácter chino para expresar el concepto «crisis» se comprende de dos subcaracteres: uno significa «peligro» y el otro «oportunidad». Creo que hasta los chinos de antaño sabían que toda circunstancia amarga tiene su lado positivo, siempre que uno tenga el valor de buscarlo.
—El yogui Raman lo explicaba en estos términos: «No hay errores en la vida, sólo lecciones. No existe una experiencia negativa, sino sólo oportunidades que hay que aprovechar para avanzar por el camino del autodominio. De la lucha surge la fuerza. Incluso el dolor puede ser muy buen maestro.»
—¿El dolor? —objeté.
—Desde luego. Para superar el dolor, primero hay que experimentarlo. Dicho de otro modo, no puedes saber lo que se siente en la cumbre de la montaña si antes no has visitado el más hondo de los valles. ¿Entiendes?
—¿Para degustar el bien primero hay que conocer el mal?
—Sí. Pero te sugiero que no juzgues los hechos como positivos o negativos. Limítate a experimentarlos, festejarlos y aprender de ellos. En todo hay una lección que aprender. Estas pequeñas lecciones estimulan tu mundo interior y exterior. Sin ellas no podrías avanzar. Aplícalo a tu vida actual. La mayoría de la gente ha sacado lo mejor de sí misma a través de las experiencias más sugestivas y difíciles. Si te encuentras con un resultado que no esperabas y te sientes decepcionado, recuerda que las leyes de la naturaleza especifican que cuando una puerta se cierra otra se abre.

Julián empezó a levantar los brazos con el entusiasmo de un pastor protestante arengando a su congregación.
—Cuando hayas aplicado este principio a tu vida diaria y empieces a acondicionar tu mente para traducir cada acontecimiento en uno positivo, podrás desterrar para siempre las preocupaciones. Te convertirás en el arquitecto de tu propio futuro.
—Comprendo la idea. Cada experiencia, incluso la peor, me brinda una lección. Por consiguiente, debo abrir mi mente para aprender de cada experiencia. Así seré cada vez más fuerte y más feliz. ¿Qué más puede hacer un humilde abogado de clase media para mejorar las cosas?
—En primer lugar, empieza a vivir de tu imaginación, no de tus recuerdos. —Para liberar todo el potencial de tu mente, tu cuerpo y tu alma, primero debes expandir tu imaginación. Verás, las cosas son creadas dos veces: primero en el taller de la mente y después en la realidad. Yo llamo a este proceso el «cianotipo» porque todo lo que creas en tu mundo exterior empieza como una simple cianocopia en tu mundo interior, en la exuberante pantalla de tu mente. Cuando aprendas a controlar tus pensamientos y sepas imaginar gráficamente todo lo que deseas de esta vida terrenal en un estado de absoluta expectativa, las fuerzas dormidas empezarán a despertar en ti. Lo primero que harás será abrir el potencial de tu mente para crear la vida mágica que yo creo que mereces. De hoy en adelante, olvida el pasado. Atrévete a soñar que eres más que la suma de tus actuales circunstancias. Excepto de las mejores. Te sorprenderán los resultados.
»Sabes, John, en mi larga etapa como abogado yo pensaba que sabía muchas cosas. Pasé años estudiando en las mejores universidades, leyendo todos los libros de leyes que caían en mis manos y trabajando con los mejores modelos a imitar. Por supuesto, fui un ganador en ese juego. Sin embargo, ahora me doy cuenta de que en el juego de la vida iba perdiendo. Estaba tan ocupado persiguiendo los grandes placeres terrenales que pasé por alto los pequeños. Nunca leí los grandes libros que mi padre me sugería. No he conseguido tener grandes amigos. No he sabido apreciar la buena música. Aparte de esto, debo decir que me considero entre los afortunados. Mi ataque fue mi momento decisivo, mi despertar personal, si lo quieres así. Lo creas o no, John, aquello me dio una segunda oportunidad de vivir una vida más inspirada y plena. Como Malika Chand, vi las semillas de la oportunidad en mi dolorosa experiencia. Y tuve el valor de alimentarlas.

Vi que Julián no sólo era joven por fuera, por dentro era mucho más sabio. Aquello era algo más que una fascinante conversación con un viejo amigo. Me di cuenta de que hoy podía ser mi momento decisivo, una clara oportunidad para empezar otra vez. Mi mente empezó a reflexionar sobre todo lo que estaba mal en mi vida. Por supuesto, tenía una gran familia y un trabajo estable como abogado bien considerado. Pero había momentos en que sabía que debía haber algo más. Tenía que llenar ese vacío que empezaba a inundar mi existencia.
De muchacho yo tenía sueños importantes. Solía imaginarme como un héroe del deporte o un magnate de los negocios. Creía realmente que podía llegar a ser lo que yo quisiera. Recordé también cómo me sentía de joven creciendo al sol de la costa Oeste. Lo pasaba muy bien con placeres sencillos, como bañarme desnudo o montar en bicicleta por el bosque. Sentía una gran curiosidad. Era un aventurero. No había límites respecto a lo que el futuro podía depararme. Creo que no he vuelto a sentir esa alegría ni esa libertad en más de quince años. ¿Qué fue lo que pasó?
Tal vez perdí de vista mis sueños cuando me hice adulto y me resigné a actuar como se supone que han de hacerlo los adultos. Tal vez los perdí de vista cuando entré en la facultad y empecé a hablar como se supone que han de hacerlo los abogados. En cualquier caso, aquella noche con Julián me decidí a no pasar más tiempo ganándome la vida y a invertir mucho más tiempo en crear una vida.
—Parece que te he hecho pensar en tu propia vida —comentó Julián—. Piensa en tus sueños, en cómo eras de pequeño. Jonas Salk lo dijo mejor cuando escribió: «He tenido sueños y he tenido pesadillas. Superé mis pesadillas gracias a mis sueños.» Atrévete a desempolvar tus sueños, John. Empieza a amar otra vez la vida y a gozar de sus maravillas. Despierta al poder que tu propia mente tiene para hacer que las cosas sean como quieres. Todo el universo cooperará contigo para que esa vida sea mágica.
Metió la mano en su túnica y extrajo una cartulina del tamaño de una tarjeta de visita, con los cantos rasgados, al parecer debido al uso.
—Un día, mientras el yogui Raman y yo caminábamos por un tranquilo sendero de montaña, le pregunté quién era su filósofo favorito. Me dijo que había tenido muchas influencias en su vida y que le resultaba difícil destacar una como su fuente de inspiración. Había una cita, no obstante, que siempre llevaba en su corazón, una cita que integraba todos los valores que más apreciaba tras una vida dedicada a la contemplación. Y en aquel lugar bellísimo, un lugar perdido en las montañas, aquel sabio de Oriente la compartió conmigo. Yo también grabé sus palabras en mi corazón. Me sirven para recordar cada día aquello que somos y aquello que podemos ser. Eran palabras del gran filósofo indio Patanjali. Repetirlas en voz alta cada mañana antes de sentarme a meditar ha influido poderosamente en mí. Recuerda, John, que las palabras son la encarnación verbal del poder.
Julián me enseñó la tarjeta. La cita del filósofo decía así:

Cuando te inspira un objetivo importante, un proyecto extraordinario, todos tus pensamientos rompen sus ataduras: tu mente supera los límites, tu conciencia se expande en todas direcciones y tú te ves en un mundo nuevo y maravilloso. Las fuerzas, facultades y talentos ocultos cobran vida, y descubres que eres una persona mejor de lo que habías soñado ser.

Fue en ese instante cuando vi la conexión entre vitalidad física y agilidad mental. Julián gozaba de una salud perfecta y se veía mucho más joven que cuando nos conocimos. Estaba lleno de dinamismo, y su vigor, entusiasmo y optimismo parecían ilimitados. Había cambiado muchas cosas en su estilo de vida, pero era obvio que el punto de partida de su transformación no era otro que su buena salud mental. El éxito por fuera comienza sin duda con el éxito por dentro: cambiando su manera de pensar, Julián Mantle había cambiado su vida.
—¿Y cómo puedo yo desarrollar esta actitud positiva, serena e inspirada, Julián? Después de tantos años de rutina, mis músculos mentales han perdido elasticidad. Si lo pienso bien, tengo muy poco control sobre los pensamientos que flotan en el jardín de mi mente —dije con sinceridad.
—La mente es un magnífico criado pero un amo terrible. Si piensas sólo cosas negativas, es porque no has cuidado tu mente y no has dedicado el tiempo necesario para entrenarla a pensar en lo bueno. Winston Churchill dijo que «el precio de la grandeza es la responsabilidad sobre cada uno de tus pensamientos». A partir de ahí podrás conseguir esa disposición mental que persigues. Recuerda, John, la mente es como cualquier otro músculo de tu cuerpo. Si no lo usas, se atrofia.
—¿Quieres decir que si no la ejercito mi mente acabará debilitándose?
—Sí. Míralo de esta manera. Si quieres fortalecer los músculos del brazo, debes ejercitarlos. Si quieres endurecer los de tus piernas, primero debes entrenarlos. De la misma manera, tu mente podrá hacer cosas maravillosas si le facilitas las cosas. Debes aprender a hacerla funcionar de manera efectiva. La salud ideal llegará si sabes cuidar de tu mente. Y el estado natural de tranquilidad y serenidad llegará por sí solo... si tienes la capacidad de reclamarlo. Los Sabios de Sivana tienen un dicho: «Las fronteras de la vida son sólo creaciones del yo.»
—No sé si entiendo esto último, Julián.
—Los pensadores más ilustres saben que sus pensamientos conforman su mundo y que la calidad de la vida se reduce a la riqueza de los pensamientos. Si quieres vivir una vida más serena y con más significado, debes producir pensamientos más serenos y con más significado.
—Una receta rápida, por favor, Julián.
—¿A qué te refieres? —preguntó él, pasando sus dedos bronceados por la túnica de brillante textura.
—Lo que me dices me entusiasma, pero yo soy un tipo impaciente. ¿No hay alguna técnica que pueda utilizar ahora mismo, en mi propia sala de estar, para cambiar mi funcionamiento mental?
—Las recetas rápidas no funcionan. Todo cambio duradero requiere tiempo y esfuerzo. La perseverancia es la madre del cambio personal. Eso no quiere decir que necesites años para producir cambios profundos en tu vida. Si aplicas diariamente y con diligencia estas estrategias durante un mes, los resultados te sorprenderán. Empezarás a aprovechar los niveles más altos de tu propia capacidad y a entrar en el reino de lo milagroso. Pero para llegar hasta ahí no tienes que obsesionarte por los resultados. Disfruta del proceso del crecimiento personal. Parece irónico, pero cuanto menos pienses en el resultado final, más rápido se producirá éste.
—Explícate.
—Es como la clásica historia del chico que se fue de su casa para estudiar con un reputado maestro. Cuando conoció al viejo sabio, le preguntó: «¿Cuánto tardaré en ser tan sabio como tú?» La respuesta no se hizo esperar: «Cinco años.» «Eso es mucho tiempo», replicó el muchacho. «¿Y si trabajo el doble?» «Entonces tardarás diez», contestó el maestro, a lo que el muchacho protestó: «Eso es demasiado tiempo. ¿Y si estudio también por las noches?» «Quince años», dijo el sabio. «No lo comprendo», replicó el chico. «Cada vez que prometo dedicar más energías, tú me dices que tardaré más en lograr mi objetivo. ¿Por qué?» «La respuesta es muy sencilla. Si tienes un ojo puesto en el destino que esperas alcanzar, sólo te queda otro para que te guíe en el viaje.»
—Muy agudo, señor abogado —concedí—. Parece la historia de mi vida.
—Ten paciencia y vive en la conciencia de que todo lo que buscas llegará tarde o temprano si te preparas debidamente.
—Mira, Julián, yo nunca he sido un tipo con suerte. Siempre he tenido que echar mano de la pura y dura insistencia.
—¿Qué es la suerte, John? —replicó él afablemente—. Nada más que la suma de preparación y oportunidad. —Y agregó en voz baja—: Antes de darte los métodos que me enseñaron los Sabios de Sivana, debo hacerte partícipe de un par de principios básicos. Primero, recuerda que la concentración es la base del dominio de la mente.
—¿En serio?
—A mí también me sorprendió, pero es verdad. La mente puede hacer cosas extraordinarias, eso ya lo sabes. El hecho de que tengas un deseo o un sueño significa que posees la capacidad de llevarlo a cabo. Ésta es una de las grandes verdades universales que los Sabios de Sivana conocen bien. Pero a fin de liberar el poder de la mente, primero tienes que ser capaz de domarla y hacer que se concentre en la tarea que tienes entre manos. En cuanto dirijas el foco de tu mente hacia un solo propósito, tu vida se iluminará con regalos extraordinarios.
—¿Por qué es tan importante tener una mente centrada?
—Te pondré un acertijo que responderá muy bien a tu pregunta. Imagina que te has perdido en el bosque. Es invierno y necesitas desesperadamente conservar el calor. Lo único que llevas en la mochila es una carta de tu mejor amigo, una lata de atún y una pequeña lupa que llevas siempre encima para compensar tu progresiva pérdida de visión. Por fortuna, has conseguido encontrar un poco de leña seca, pero no tienes cerillas. ¿Cómo encenderías el fuego?
Julián me había dejado perplejo. No se me ocurría ninguna respuesta.
—Me rindo.
—Es muy fácil. Pones la carta entre la leña seca y sostienes encima la lupa. Los rayos del sol se concentran de modo que en un par de segundos ya tienes llama.
—¿Y la lata de atún?
—Bueno, eso lo he añadido para despistarte —replicó Julián con una sonrisa—. Pero lo esencial es esto: poner la carta encima de la leña no daría ningún resultado. Pero en cuanto empleas la lupa para concentrar los rayos del sol sobre el papel, éste prende al momento. La analogía puede aplicarse a la mente. Cuando concentres tu poder en objetivos definidos y válidos, prenderás rápidamente las llamas de tu potencialidad para producir resultados sorprendentes.
—¿Por ejemplo? —pregunté.
—Eso sólo puedes contestarlo tú. ¿Qué es exactamente lo que buscas? ¿Quieres ser un padre mejor o vivir una vida más equilibrada y gratificante? ¿Deseas mayores satisfacciones espirituales? ¿Sientes que lo que te falta es aventura y diversión? Piensa un poco.
—¿Qué tal la felicidad eterna?
—Vaya —rió Julián—, no hay nada como empezar con poco. Bien, eso también lo tendrás.
—¿Cómo?
Los Sabios de Sivana conocen el secreto de la felicidad desde hace cinco mil años. Por fortuna, se dignaron compartirlo conmigo. ¿Quieres que te lo cuente?
—No; creo que primero iré a empapelar de nuevo el garaje.
—¿Qué?
—Pues claro que quiero saber el secreto de la felicidad eterna, Julián. ¿No es eso lo que todo el mundo busca en el fondo?
—Cierto. Pues ahí va... ¿puedo pedirte otra taza de té?
—Vamos, déjate de evasivas.
—De acuerdo. El secreto de la felicidad es simple: averigua qué es lo que te gusta hacer y dirige todas tus energías en esa dirección. Si analizas a las personas más felices, saludables y satisfechas de tu mundo, verás que todas han encontrado cuál era su pasión y luego se han dedicado a perseguirla. Esta vocación suele ser casi siempre la de servir a los demás. En cuanto concentres tu poder mental en conseguir lo que amas, la abundancia inundará tu vida y todos tus deseos serán satisfechos sin esfuerzo.
—O sea que se trata de averiguar lo que te gusta y luego hacerlo. ¿Es eso?
—Si merece la pena —replicó Julián.
—¿Cómo defines lo que merece la pena?
—Ya he dicho, John, que tu pasión debe mejorar la vida de los demás o servirla de alguna manera. Victor Frankl lo dijo mucho mejor que yo cuando escribió: «El éxito, como la felicidad, no debe perseguirse, sino seguirse. Y eso sólo es posible como efecto secundario de la dedicación personal a una causa mayor que uno mismo.» Primero descubre cuál es la misión de tu vida, así despertarás cada mañana con una reserva ilimitada de energía y entusiasmo. Todos tus pensamientos estarán concentrados en tu objetivo. No tendrás tiempo para perder el tiempo. El poder de la mente, por tanto, no se malgastará en pensamientos insignificantes. Automáticamente, borrarás el hábito de preocuparte y te volverás mucho más eficaz y productivo. Aún más, tendrás un profundo sentido de la armonía interna, como si algo te guiara para realizar tu misión en la vida. Es una sensación maravillosa. A mí me encanta.
—Fascinante. Me gusta eso de despertar sintiéndome bien. Para serte franco, Julián, yo casi siempre me quedaría en la cama. Sería mejor que meterse en el tráfico, tratar con clientes enfadados o agresivos, enfrentarse a tantas influencias negativas. Eso me produce un enorme cansancio.
—¿Sabes por qué la gente suele dormir tanto?
—¿Por qué?
—Pues porque no tienen nada mejor que hacer. Los que se levantan con el sol tienen una cosa en común.
—¿La locura?
—Muy gracioso. No; todos tienen un objetivo que aviva las llamas de su potencial interior. Sus prioridades los impulsan, pero no de un modo obsesivo ni enfermizo. Y dado su entusiasmo y su amor por cuanto hacen en la vida, esa gente sabe vivir el presente. Su atención está centrada en la tarea que se han marcado. De ese modo no hay fugas de energía. Esas personas son los individuos más vitales que hayas tenido la suerte de conocer.
—¿Fugas de energía? Me suena un poco a New Age, Julián. Seguro que eso no lo has aprendido en Harvard.
—Es cierto. Ese concepto me viene de los Sabios de Sivana. Aunque tiene siglos de antigüedad, su aplicación es tan interesante hoy como lo fue cuando se inventó. A muchos de nosotros nos consume una innecesaria e interminable preocupación por todo, lo cual nos priva de la vitalidad natural. ¿Alguna vez has visto una rueda de bicicleta?
—Pues claro.
—Cuando está hinchada del todo, esa rueda puede llevarte sin problemas a tu destino. Pero si hay alguna fuga de aire, el neumático acaba desinflándose y tu viaje termina bruscamente. Así funciona también la mente. Las preocupaciones hacen que tu preciosa energía mental tenga fugas, igual que el aire al escaparse de un neumático. Al final te quedas sin energía. Toda tu creatividad, tu optimismo y tu motivación han desaparecido, dejándote exhausto.
—Sé de qué hablas. Paso muchos días sumido en el caos de la crisis. He de estar en todas partes al mismo tiempo y parece que no puedo complacer a todo el mundo. Cuando eso pasa, noto que aunque he hecho muy poco trabajo físico, al final del día las preocupaciones me han dejado sin fuerzas. La única cosa que soy capaz de hacer cuando llego a casa es servirme un whisky y juguetear con el mando a distancia.
—Exacto. Eso es por el exceso de estrés. Pero cuando encuentras tu verdadero objetivo, la vida se vuelve más fácil y gratificante. Cuando averigües cuál es realmente tu destino, ya no tendrás que trabajar ni un solo día más.
—¿Jubilación anticipada?
—No —dijo Julián con el tono frívolo de quien había llegado a ser un maestro en sus días de abogado eminente—. Tu trabajo será como un juego.
—¿No crees que sería arriesgado que renunciara a mi empleo para ponerme a buscar mi pasión en la vida? Quiero decir, tengo familia y unas obligaciones reales. Cuatro personas dependen de mí.
—No estoy diciendo que hayas de abandonar la profesión mañana mismo. Pero sí que debes empezar a correr riesgos. Dale un meneo a tu vida. Deshazte de las telarañas. Toma el camino menos trillado. En su mayoría, la gente vive dentro de los confines de su zona de confort. El yogui Raman fue el primero en explicarme que lo mejor que uno puede hacer por sí mismo es traspasar las fronteras regularmente. Es el camino para el dominio personal y para asimilar el verdadero potencial de tus dones humanos.
—¿Que podrían ser...?
—Tu mente, tu cuerpo y tu alma.
—¿Y qué riesgos debería correr?
—Deja de ser tan pragmático. Empieza por las cosas que siempre has querido hacer. He conocido abogados que dejaron su trabajo para ser actores, y contables que se han convertido en músicos de jazz. Al intentarlo, han descubierto la felicidad que los eludía. ¿Qué más da si no pueden permitirse hacer dos vacaciones al año o tener una estupenda casa en las islas Caimán? Correr riesgos calculados siempre da buenos beneficios.
—Entiendo.
—Tómate tiempo para reflexionar. Descubre tu verdadera razón de vivir y luego ten el valor necesario para afrontarla.
—Yo no hago más que pensar. Para ser sincero, parte de mi problema es que pienso demasiado. Mi mente no descansa nunca. A veces me vuelve loco.
—Lo que yo sugiero es diferente. Los Sabios de Sivana siempre se tomaban un tiempo para meditar en silencio sobre dónde estaban, pero también sobre adonde iban. Dedicaban tiempo a reflexionar sobre su misión en la vida y su manera de vivirla. Es más, pensaban profundamente sobre cómo mejorar día a día. Las mejoras diarias producen resultados duraderos que, a su vez, conducen a cambios positivos.
—Entonces ¿debo reflexionar sobre mi vida con regularidad?
—Sí. Incluso diez minutos de reflexión diaria pueden tener un profundo impacto sobre la calidad de tu vida.
—Comprendo. El problema es que, cuando el día se me pone cuesta arriba, ni siquiera encuentro diez minutos para comer.
—Amigo mío, decir que no tienes tiempo para mejorar tus pensamientos es como decir que no tienes tiempo para echar gasolina porque estás demasiado ocupado conduciendo.
—Sí. Oye, decías que ibas a enseñarme algunas técnicas —observé, esperando conocer alguna manera práctica de aplicar los conocimientos de Julián.
—Hay una técnica para dominar la mente que supera a todas las demás. Los Sabios de Sivana la compartieron conmigo con gran fe y confianza. Después de practicarla durante veintiún días, me sentí más enérgico, entusiasta y dinámico de lo que me había sentido en muchos años. Es una técnica que tiene más de cuatro mil años. Se llama el Corazón de la Rosa.
—Sigue.
—Lo único que se requiere para este ejercicio es una rosa fresca y un lugar silencioso. Los entornos naturales son lo mejor, pero una habitación tranquila también sirve. Empieza mirando al centro de la rosa, a su corazón. El yogui Raman me dijo que una rosa es muy parecida a la vida: encontrarás espinas por el camino, pero si tienes fe y crees en tus sueños acabarás cruzando las espinas para llegar al corazón de la flor. Sigue mirando la rosa. Fíjate en su color, textura y diseño. Saborea su fragancia y piensa únicamente en el objeto que tienes ante ti. Al principio notarás que otros pensamientos te distraen. Es el síntoma de una mente mal entrenada. Pero no te apures, porque la cosa mejorará enseguida. Vuelve tu atención al objeto en que estás fijándote; tu mente no tardará en volverse fuerte y disciplinada.
—¿Eso es todo? Parece fácil, la verdad.
—Ahí está lo bueno, John —replicó Julián—. Sin embargo, para que sea efectivo este ritual debe realizarse a diario. En los primeros días te resultará difícil emplear siquiera cinco minutos en este ejercicio. La mayoría de nosotros vive a un ritmo tan frenético que la quietud y el silencio nos resultan extraños e incómodos. La mayoría de la gente diría que no tiene tiempo de sentarse a mirar una flor. Son las mismas personas que dicen no tener tiempo para disfrutar la risa de los hijos o andar descalzos bajo la lluvia. Dicen que están demasiado ocupados para hacer cosas semejantes. Ni siquiera tienen tiempo para hacer amigos, pues eso también lleva su tiempo.
—Sabes mucho de esa clase de personas. —Yo era así —dijo Julián. Hizo una pausa y se quedó quieto, con su intensa mirada clavada en el reloj de caja que mi abuela nos había regalado a Jenny y a mí cuando inauguramos nuestra casa—. Cuando pienso en los que viven esa clase de vida, me acuerdo de las palabras de un viejo novelista británico favorito de mi padre: «No hay que dejar que el reloj y el calendario nos impidan ver que cada momento de la vida es un milagro ... y un misterio.»
»Persiste y emplea cada vez más tiempo en la contemplación del corazón de la rosa —continuó Julián con su voz gutural—. Antes de dos semanas deberías ser capaz de practicar el ejercicio durante veinte minutos sin que tu mente se distraiga en otras cosas. Éste será el primer indicio de que estás recuperando el control de la fortaleza de tu mente. De ese modo se concentrará única y exclusivamente en lo que tú le ordenes. Será un maravilloso sirviente, capaz de hacer por ti cosas extraordinarias. Recuerda que o tú controlas tu mente o ella te controla a ti.
»En la práctica, te sentirás mucho más sereno. Habrás dado un importante paso para borrar el hábito de preocuparse que atormenta a tantísima gente, tu energía y tu optimismo crecerán. Más aún, observarás en tu vida una sensación de júbilo además de la capacidad de apreciar las cosas que te rodean. Cada día, no importa lo ocupado que estés ni las responsabilidades que hayas de afrontar, vuelve al Corazón de la Rosa. Es tu oasis, tu retiro de silencio, tu isla de paz. No olvides nunca que en el silencio y la quietud hay poder. La quietud es el escalón para enlazar con la fuente universal de inteligencia que late en todo ser vivo.
Todo aquello me fascinó. ¿Sería realmente posible mejorar la calidad de mi vida mediante tan simple estrategia?
—Supongo que hay algo más que el Corazón de la Rosa detrás de los cambios que observo en ti —repuse.
—Sí. Tienes razón. De hecho, mi transformación se produjo como resultado de utilizar diversas estrategias altamente efectivas. Son todas tan sencillas como el ejercicio que acabo de explicarte. La clave, John, está en que abras tu mente a la posibilidad real de vivir una vida plena.
Julián, convertido en mina de sabiduría, siguió revelándome lo que había aprendido en Sivana.
—Otra técnica especialmente útil para librar a la mente de las preocupaciones y demás influencias negativas se basa en lo que el yogui Raman llamó Pensamiento Opuesto. Según las grandes leyes de la naturaleza, la mente sólo puede pensar una cosa cada vez. Pruébalo tú mismo, John, verás que es cierto.
Lo probé, y es verdad.
—Con esta información cualquiera puede crear una disposición positiva y creativa en poco tiempo. El proceso es muy simple: cuando un pensamiento indeseable ocupe el punto focal de tu mente, sustitúyelo de inmediato por un pensamiento ejemplar. Es como si tu mente fuera un enorme proyector de diapositivas, y cada pensamiento una transparencia. Cuando en la pantalla aparezca una transparencia negativa, sustitúyela por una positiva.
»Ahí es donde entra en juego mi collar de cuentas —añadió Julián con creciente entusiasmo—. Cada vez que tengo un pensamiento negativo, me quito este collar y arranco una cuenta. Las cuentas de la preocupación van a un bote que llevo en la mochila. Ambas cosas me sirven para recordar que aún he de recorrer cierta distancia para llegar al dominio mental y que soy responsable de los pensamientos que llenan mi mente.
—¡Me gusta! Esto sí que es práctico. Nunca había oído nada igual. Dime más cosas sobre la filosofía del Pensamiento Opuesto.
—Te pondré un ejemplo real. Supongamos que has tenido un día horrible en el tribunal. El juez no coincide con tu interpretación de la ley y tu cliente está más que enfadado con tu actuación. Llegas a casa y te derrumbas en un sillón, de muy mal humor. El primer paso es darse cuenta de que tienes esos pensamientos pesimistas. El autoconocimiento es el primer paso hacia el autodominio. El segundo paso consiste en comprender que con la misma facilidad que has dejado entrar en tu mente esos pensamientos pesimistas, puedes reemplazarlos por pensamientos alegres. Piensa en lo contrario. Concéntrate en ser alegre y activo. Siente que eres feliz. Puede que incluso empieces a sonreír. Mueve tu cuerpo como cuando estás contento y entusiasmado. Siéntate erguido, respira profundamente y dirige el poder de tu mente hacia pensamientos positivos. En cuestión de minutos notarás una clara diferencia en tu estado de ánimo. Es más, si sigues practicando el Pensamiento Opuesto y lo aplicas a cada pensamiento negativo que acuda a tu mente, dentro de unas semanas verás que ya no tienen ningún poder sobre ella.
Julián prosiguió su explicación.
—Los pensamientos son cosas vivas, núcleos de energía, si lo prefieres. La mayoría de la gente no se para a pensar en la naturaleza de sus pensamientos y, sin embargo, la calidad de lo que piensas determina la calidad de tu vida. Los pensamientos forman parte del mundo material lo mismo que el lago al que vas a nadar o la calle por la que caminas. Las mentes débiles originan actos débiles. Una mente fuerte, disciplinada, que cualquiera puede conseguir mediante la práctica diaria, puede obrar milagros. Si quieres vivir la vida al máximo, cuida de tus pensamientos como cuidarías tus más preciadas posesiones. Esfuérzate por eliminar toda turbulencia interna. Las recompensas serán abundantes.
—Nunca he considerado los pensamientos como algo vivo, Julián —dije—. Pero sí veo cómo influyen en todos los elementos de mi mundo.
Los Sabios de Sivana creían firmemente que uno debería pensar sólo pensamientos puros o sattvic. Llegaron a ese estado mediante las técnicas que acabo de explicar, además de otras prácticas tales como seguir una dieta natural, repetir afirmaciones positivas o «mantras», leer libros ricos en sabiduría y asegurarse siempre de estar en compañía de personas esclarecidas. Si un solo pensamiento impuro entraba en el templo de sus mentes, se castigaban a sí mismos recorriendo muchos kilómetros hasta una imponente cascada y poniéndose bajo el chorro de agua helada hasta que no podían aguantar más.
—Pensaba que habías dicho que eran sabios. Ponerse bajo una cascada de agua helada sólo por haber tenido un pequeño pensamiento negativo me parece una conducta extravagante.
Julián tenía la respuesta a flor de labios.
—John, te seré franco: no puedes permitirte el lujo de un solo pensamiento negativo.
—¿En serio?
—En serio. Una idea preocupante es como un embrión: primero es pequeña pero luego crece y crece, hasta que asume una vida propia. —Hizo una pausa y luego sonrió—: Perdona si te parezco un poco evangelista sobre este particular, sobre la filosofía que aprendí en mi viaje. He descubierto unas herramientas que pueden mejorar la vida de muchas personas, de gente que se siente insatisfecha, infeliz y no realizada. Unos cuantos ajustes en su vida diaria para incluir la técnica del Corazón de la Rosa y una aplicación constante del Pensamiento Opuesto pueden ayudarles a conseguir la vida que desean. Yo creo que merecen saber esto.
»Antes de pasar al siguiente elemento de la fábula del yogui Raman, debo hablarte de otro secreto que te será de gran ayuda en tu crecimiento personal. Este secreto se basa en el antiguo principio de que todo es creado dos veces, primero en la mente y luego en la realidad. Ya he dicho que los pensamientos son cosas, mensajeros materiales que enviamos para que influyan en nuestro mundo físico. También he explicado que si esperas hacer mejoras notables en tu mundo exterior debes primero empezar por dentro y modificar el calibre de tus pensamientos.
»Los Sabios de Sivana tenían una manera de asegurarse que sus pensamientos fuesen puros e íntegros. Esta técnica servía también para manifestar sus deseos, aun los más simples, en el plano de la realidad. El método es válido para todo el mundo, tanto si eres un abogado joven que buscas la abundancia de riqueza, como si eres una madre que busca una vida familiar más plena o un vendedor que quiere aumentar sus ventas. Los sabios conocían esa técnica bajo el nombre del Secreto del Lago. Para aplicarla, se levantaban a las cuatro de la mañana, ya que según ellos la madrugada poseía cualidades mágicas de las que podían beneficiarse. Los sabios recorrían entonces una serie de escarpados y angostos senderos de montaña que al final los conducían a los confines inferiores de la región donde habitaban. Una vez allí, caminaban por un sendero apenas visible flanqueado de pinos majestuosos y flores exóticas hasta que llegaban a un claro. Al borde del mismo había un lago de aguas cristalinas cubierto de millares de diminutos lotos blancos. El agua del lago estaba sorprendentemente quieta. Era un espectáculo milagroso. Los sabios me dijeron que este lago había sido amigo de sus antepasados a lo largo de muchos siglos.
—¿Cuál era el Secreto del Lago? —pregunté impaciente.
Julián explicó que los sabios observaban las aguas del lago e imaginaban sus sueños convertidos en realidad. Si era la virtud de la disciplina lo que deseaban cultivar interiormente, se imaginaban a sí mismos levantándose con el alba, realizando su riguroso régimen físico y pasando días enteros en silencio para robustecer su fuerza de voluntad. Si lo que buscaban era más alegría, miraban el lago y se imaginaban riendo o sonriendo cada vez que encontraban a un hermano o hermana. Si deseaban coraje, se imaginaban actuando con determinación en un momento de crisis.
—El yogui Raman me dijo que de pequeño le faltaba confianza pues era más menudo que los otros chicos de su edad. Aunque éstos eran amables con él, Raman se iba volviendo inseguro y tímido. Para curar su debilidad, el yogui Raman viajó a aquel lugar celestial y utilizó el lago como pantalla para ver imágenes de la persona que él deseaba ser. A veces se representaba a sí mismo como un líder, alto y dotado de una voz potente y autoritaria. Otros días se veía a sí mismo como deseaba ser cuando fuera mayor: un sabio imbuido de una tremenda fuerza interior. Todas las virtudes que deseaba tener en la vida, las vio primero en la superficie del lago.
»Al cabo de unos meses, el yogui Raman se convirtió en la persona que mentalmente había deseado ser. La mente trabaja con imágenes. Las imágenes afectan a la imagen del yo y ésta afecta al modo en que uno siente y actúa. Si la imagen del yo te dice que eres demasiado joven para ser un gran abogado o demasiado viejo para cambiar tus hábitos, jamás lograrás estos objetivos. Si la imagen del yo te dice que la vida llena de objetivos, excelente salud y felicidad es sólo para gente de procedencia distinta a la tuya, esta profecía acabará por convertirse en una realidad.
»Pero cuando pasas imágenes inspiradoras e imaginativas por la pantalla de cine de tu mente, cosas maravillosas empiezan a ocurrir en tu vida. Einstein dijo que "la imaginación es más importante que el saber". Debes emplear un rato cada día, aunque sean sólo unos minutos, para practicar la visión creativa. Imagínate cómo te gustaría ser, ya sea un gran juez, un gran padre o un gran ciudadano de tu comunidad.
—¿He de buscar un lago especial para aplicar el secreto? —pregunté ingenuamente.
—No. El Secreto del Lago no es más que el nombre que los sabios daban a la técnica antiquísima de emplear imágenes positivas para influir en la mente. Puedes practicar el método en tu propia casa, o incluso en tu oficina. Cierra la puerta, suspende todas las llamadas y cierra los ojos. Después respira varias veces profundamente. Notarás que pasados dos o tres minutos empiezas a sentirte más relajado. Luego, visualiza imágenes mentales de todo lo que quieres ser, tener y alcanzar en la vida. Si quieres ser el mejor padre del mundo, imagínate riendo y jugando con tus hijos, respondiendo a sus preguntas con el corazón abierto. Imagínate a ti mismo actuando con cariño ante una situación tensa. Ensaya mentalmente el modo en que gobernarás tus actos cuando en la realidad se dé una escena similar.
»La magia de la visualización puede ser aplicada a muchas situaciones. Puedes usarla para ser más eficaz en el tribunal, para reforzar tus relaciones y desarrollarte espiritualmente. Un uso continuado de este método te reportará también recompensas económicas, si es que eso te importa. Comprende de una vez por todas que tu mente tiene el poder magnético de atraer hacia tu vida todo aquello que deseas conseguir. Si existe alguna merma en tu vida es porque hay una merma en tus pensamientos. Pon imágenes maravillosas en los ojos de tu mente. Una sola imagen negativa puede envenenar tu actitud mental. En cuanto empieces a experimentar la alegría que aporta esta técnica antiquísima, comprenderás el enorme potencial de tu mente y empezarás a liberar tus provisiones de energía y capacidad que ahora están dormidas en tu interior.

Fue como si Julián me estuviera hablando en otro idioma. Jamás había oído mencionar a nadie el poder magnético de la mente para obtener la abundancia material o espiritual. Como tampoco había oído a nadie hablar del poder de la visualización y de sus efectos poderosos sobre todos los aspectos de la vida. Con todo, yo tenía fe en lo que Julián me estaba diciendo. Era un hombre con una impecable capacidad intelectual, un hombre que había recorrido de vuelta el camino por el que yo empezaba a adentrarme ahora. Julián había descubierto algo en su odisea por Oriente, eso estaba claro. Contemplar su vitalidad, su palpable entereza, ver su transformación, me confirmaba que valía la pena escuchar sus consejos.
Cuanto más pensaba en lo que estaba oyendo más sentido me parecía ver en ello. Está claro que la mente tiene un potencial mucho mayor que el que la mayoría de nosotros empleamos normalmente. ¿Cómo si no podrían los expertos en artes marciales romper una pila de ladrillos con un solo golpe de la mano? ¿Cómo si no podrían los yoguis reducir los latidos de su corazón a voluntad o soportar dolores indecibles sin pestañear? Tal vez el problema estaba dentro de mí y en mi falta de fe en los dones que todo ser humano posee. Quizá aquella velada con un ex abogado millonario convertido en monje del Himalaya era una especie de despertar para que yo sacara el máximo partido a mi vida.
—Dices que haga estos ejercicios en la oficina, Julián. Mis socios me consideran ya un bicho raro.
—El yogui Raman y todos los sabios con los que él vivió solían usar un dicho que se ha ido transmitiendo de generación en generación. Para mí es un privilegio pasártelo a ti en una noche tan importante para ambos. «No hay nada noble en ser superior a otra persona. La verdadera nobleza radica en ser superior a tu antiguo yo.» Lo que significa que si quieres mejorar tu vida, debes correr tu propia carrera. No importa lo que la gente pueda decir de ti. Lo importante es lo que te digas a ti mismo. No te preocupes de las opiniones ajenas siempre y cuando sepas que estás haciendo lo correcto. Puedes hacer lo que gustes mientras a tu conciencia y a tu corazón les parezca justo. No te avergüences de hacer lo que consideras correcto; decide lo que está bien y aférrate a ello. Y, por el amor de Dios, no caigas en el hábito de medir tu propia valía en función de la valía de los demás. Como predicaba el yogui Raman: «Cada segundo que inviertes pensando en los sueños de otro, te estás apartando de los tuyos.»

Pasaba de la medianoche. Curiosamente, no me sentía nada cansado. Cuando se lo dije a Julián, él me sonrió una vez más.
—Has aprendido otro principio para vivir esclarecidamente. En general, la fatiga es una creación de la mente. La fatiga domina las vidas de quienes viven sin rumbo y sin sueños. Permíteme un ejemplo. ¿Alguna vez has pasado una tarde en tu oficina leyendo tus áridos informes y tu mente ha empezado a divagar y te ha entrado sueño?
—De vez en cuando —respondí, no queriendo revelar el hecho de que ése era mi modus operandi—. Bueno, a muchos de nosotros nos entra sueño mientras trabajamos.
—Pero si un amigo te llama por teléfono para preguntarte si quieres ir al partido de béisbol o te pide consejo sobre su forma de jugar al golf, no me cabe duda de que reaccionarías enseguida. Tu fatiga desaparecería inmediatamente. ¿Me equivoco?
—No, en absoluto.
Julián sabía que había dado en el clavo.
—Entonces, tu cansancio no era más que una creación mental, un mal hábito que tu mente ha venido cultivando a modo de muletas para cuando haces una tarea tediosa. Esta noche mi historia te ha encantado y estás ansioso por aprender lo que yo aprendí. Tu interés y tu concentración mental te dan energía. Esta noche, tu mente no ha estado en el pasado ni en el futuro. Al contrario, ha estado firmemente anclada en el presente, en nuestra conversación. Cuando aprendas a concentrar tus pensamientos en el presente, tu energía no conocerá límites, independientemente de la hora que señale el reloj.
Asentí con la cabeza. Las enseñanzas de Julián parecían obvias y, sin embargo, nada de lo que decía se me había ocurrido antes. Supongo que el sentido común no es tan común como parece. Pensé en lo que solía decir mi padre cuando yo era un muchacho: «Sólo los que buscan encuentran.» Deseé tenerlo a mi lado.

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